La Fundación Laudes Infantis, junto con las comunidades de Bella Flor y San José, ha logrado transformar a dos de los barrios más marginados de Bogotá: antes de que empezará el trabajo comunitario, a este barrio le llamaban �gotas de sangre�, porque el que se atrevía a llegar volvía chorreando sangre. Hoy en día, dicen los que lo han visto que el barrio de Bella Flor parece un belén con sus luces y colores. Ahora tienen banco de microcréditos, nueve empresas comunitarias rentables y veinte iniciativas colectivas; guarderías, colegios, escuelas de teatro, de baile, parques... Todo autogestionado por la misma comunidad, bajo la �filosofía del trueque�.
Fundación Laudes Infantis, entidad sin ánimo de lucro, nació en Bogotá, Colombia, en el año 1999 y está promovida y constituida por profesionales con larga experiencia en el trabajo con habitantes de la calle en situación de alta marginalidad, especialmente niños y niñas. Todos esos años de trabajo en la calle llevaron a un proceso de análisis de las causas de esta situación. Asimismo, la continua afluencia de nuevas caras, nuevas historias, mostraba que no se estaba trabajando el problema desde sus raíces: el fenómeno de los niños de la calle se empezaba a percibir como un fenómeno estructural en la ciudad de Bogotá.
Los primeros pasos de la Fundación se encaminaron a identificar el entorno adecuado para iniciar una intervención de carácter preventivo, haciendo un análisis de los barrios de los que provenían principalmente los niños con los que se trabajaba en la calle. Estos barrios se ubicaban principalmente en Ciudad Bolívar, zona de la capital colombiana que acoge gran número de desplazados por el conflicto armado y a familias con escasos recursos y situación de gran marginalidad. Son barrios no legalizados que carecen de la instalación y acceso a la mayoría de los servicios e infraestructuras básicas, tales como alcantarillado, centro educativo oficial, centro de salud, pavimentación de las vías, comisaría de policía, etc.
Sus habitantes son familias con marcado desarraigo social y cultural. Existe una alta tasa de analfabetismo entre los niños/as y los adultos, agravada por el hecho de que las familias no disponen de recursos suficientes para costear la escolarización de los menores (matrícula, uniforme, material escolar y transporte). La dificultad de las familias pobres para cubrir sus necesidades básicas repercute especialmente en la población infantil y juvenil: los menores tienen que trabajar en el mercado informal, mendigar, prostituirse o formar parte de la delincuencia, para poder proporcionar algún tipo de ingreso a la familia. Esta dura realidad de miseria y presión que sufren los menores, sumada a la violencia intrafamiliar que la pobreza y el conflicto armado generan, son las causas fundamentales del abandono del hogar de niños/as de muy corta edad y de su acercamiento al alcoholismo y a la drogadicción.
La fundadora de Laudes Infantis, Jacqueline Moreno, cuenta que la misma mañana antes de llegar a la zona, leyó la noticia de que tres jóvenes habían matado a otro del barrio y jugaban a fútbol con su cabeza. Allí no llegaba ninguna organización ni pública ni privada, tan fuerte era la miseria y la violencia. En un principio, las fundadoras de la Fundación recibieron amenazas de parte de grupos armados y de algunos individuos de la comunidad, pero resistieron y se quedaron. Poco a poco, a través de dinámicas recreativas que atraían la participación de los niños del barrio y por consiguiente la de sus padres, Laudes Infantis se fue interrelacionando con las familias del barrio y de esta manera logrando que aceptaran su presencia.
Empezaron en el Barrio de Bella Flor con actividades muy pequeñas, organizando juegos y ofreciendo refuerzo escolar a los niños. Las familias se turnaban para darles de comer y luego les ofrecieron plásticos y maderas para construir mesas y sillas. De allí nació lo que iba a ser la filosofía de todo el proyecto: el trueque. La Fundación cuidaba los niños y, a cambio, sus madres ofrecían lo que tenían: folios que habían recogido en la calle, lápices, o simplemente su tiempo, cocinando u ofreciendo un curso de canto, baile, etc. Esta �filosofía� no sólo aseguraba la sostenibilidad del proyecto, sino que ha implicado paulatinamente a la comunidad en torno a un principio muy sencillo: �Tú me das, yo te doy�. Huyendo del asistencialismo y de la caridad, este proceso de intercambio permite recuperar la dignidad de las personas, promoviendo relaciones de igualdad y fomentando la autoestima.
Asimismo, toda la metodología de intervención se basa en tres ejes:
- La creencia en los miembros de la comunidad como responsables de su proceso. Esto va más allá de su participación a través de asambleas u otras dinámicas participativas ya que, tras un proceso de capacitación previo, se contrata a miembros de la comunidad para ser responsables de las diferentes áreas de la intervención. El equipo resultante es beneficiario directo de la intervención de la Fundación, ya que son miembros de la comunidad con idénticas necesidades a las del resto de la misma. Así, el impacto del proyecto es doble: por un lado, se da una primera atención a las necesidades sociales y sanitarias de la comunidad, y por otro, son los mismos beneficiarios los que dan esas soluciones.
- La concepción del ocio como elemento creador, no sólo con los menores, sino también con adultos para que, a través de la recreación, tengan espacios de encuentro, de expresión y de capacitación.
- El trueque comunitario. Lograr la implicación de la comunidad supone el desarrollo de una metodología en el que las personas perciban una mejora inmediata en su situación y a la vez les permita percibir una mejora a largo plazo, fruto de un proceso común. Esta metodología es la del trueque comunitario. La idea es simple, y básicamente consiste en un intercambio de servicios: la Fundación presta a las familias un apoyo escolar para los hijos, un apadrinamiento, un almuerzo en el comedor o algún otro servicio y a cambio, independientemente del proceso educativo que se sigue con la familia, se solicita a ésta que preste algún tipo de servicio a la comunidad. Este servicio se orienta normalmente a la mejora de las infraestructuras del barrio, realizando tareas como la construcción de un parque para toda la comunidad, la limpieza del barrio, la canalización de aguas, o el apoyo en alguna de las actividades que la Fundación realiza. Esta acción se canaliza a través de un banco de trueque en el barrio, que centraliza y agiliza la acción a través de la emisión de una "moneda de trueque".
Hoy en día, toda la comunidad está organizada en 6 grupos que cada mes deben realizar una acción social por su comunidad: recolección de basura, mantenimiento del parque, trabajo en la huerta comunitaria... El programa, que también abarca a la comunidad vecina de San José de los Sauces, afecta a 1.200 familias que de manera directa o indirecta forman parte de estas dos comunidades. Conjuntamente trabajan 86 líderes comunitarios, hombres y mujeres, de diferentes edades, que se ocupan de cada una de las áreas que la Fundación desarrolla en los dos barrios. Toda la responsabilidad del programa de áreas es llevada a cabo por la comunidad y por este grupo de líderes en continuo proceso de capacitación.
El objetivo general que orienta la intervención de Laudes Infantis es el de crear un ambiente más humano en barrios marginales y prevenir la desintegración familiar ayudando a la juventud de las comunidades a afianzar su autoestima, confianza y talentos a través del arte, actividades recreativas y educativas. Este objetivo se ha concretado en tres tipos de acciones.
Primero, acciones dirigidas a favorecer la cohesión intrafamiliar evitando su desestructuración y el abandono de los menores del hogar:
- varias guarderías, para los menores de 0 a 5 años cuyas madres están trabajando
- actividades de refuerzo escolar, con el objetivo último de que los niños y jóvenes puedan ingresar en colegios del distrito al comienzo del nuevo curso
- una biblioteca y una ludoteca
- talleres lúdicos, a través de los cuales se ofrecen alternativas de ocio y tiempo libre no solamente a los menores sino a toda la comunidad en las siguientes áreas: cerámica, bordado, formación teatral, danza para adultos y pequeños, dibujo japonés (Manga), manualidades.
Segundo, acciones para crear servicios básicos que permitan una calidad de vida digna a la comunidad.
- un comedor construido por la propia Comunidad, donde 500 personas reciban un almuerzo diario en un comedor. Se han conseguido diferentes convenios con la Alcaldía Mayor de Bogotá, y con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, a través de los cuales se consigue un aporte para que este comedor sea sostenible en el tiempo.
- huertas comunitarias �Sembremos Juntos�, para mejorar la seguridad alimentaria de las comunidades mediante programas de cultivos orgánicos
Por último, en 2005 se decidió que era el momento de sumar estos valores y capacidades para lanzarse en la aventura de la economía social, apoyando a la generación de acciones dirigidas para potenciar el desarrollo de la comunidad.
- un banco comunitario que da crédito a microempresas familiares
- talleres artesanales y de salida laboral, ofreciendo capacitación en las siguientes áreas: encuadernación, panadería, tejido, tapetes, velas, tarjetas, etc.
- 9 empresas comunitarias: entre estas, una empresa llamada �Hilos de Sueños� que capacita a la gente para dar mayor calidad a sus productos textiles. Hoy por hoy exportan postales bordadas a España y Suiza.
Los resultados que por el momento se han conseguido son ampliamente positivos. A nivel general, se ha disminuido el índice de violencia intrafamiliar, vecinal y de delincuencia común en el barrio; a nivel comunitario se ha producido una implicación general de todo el tejido social. Los 86 lideres comunitarios han demostrado ser claros referentes, a quienes los demás miembros de los barrios exponen sus problemáticas y necesidades, con la confianza de ser bien atendidos. Por otra parte, la �economía del trueque� ha sido claramente aceptada por parte de la comunidad como instrumento de implicación comunitaria y de intercambio de conocimientos en pro de una mayor igualdad.
Además de todas las actividades mencionadas, el mayor cambio se ha dado en las mismas personas de la comunidad. Jóvenes que antes no tenían ninguna perspectiva aprendieron a soñar. Según Jacqueline, �lo más difícil fue que creyeran en que su propia comunidad era capaz de volver a nacer, parecía imposible que la violencia, la guerra, la droga y la prostitución dejaran espacio para eso.� Y lo mejor es que muchos de los sueños ya se hicieron realidad...